La añoranza familiar llevó a Fernando Fernández a rehabilitar el edificio, sitio de encuentro de los navetos el siglo pasado
 

 
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Fernando Fernández Díaz ha logrado cumplir el sueño de su madre. Ha rescatado parte de la historia familiar y de toda Nava con la recuperación del molino de Fraynoquiso. Un nombre que siempre despierta curiosidad cuando se escucha por vez primera y que se debe a la renuncia de Pío, bisabuelo de Fernando, cuando fue ordenado fraile. De ahí que a sus familiares comenzaran a llamarles «los de fraynoquiso». Fernando es el último de la saga que nació en aquella casa.

El molino estuvo en funcionamiento hasta 1986 y su actual propietario recuerda cuando lo regentaba su abuelo, Ángel Díaz. Un hombre impulsivo que tuvo dos matrimonios. El primero, con Encarnación Larisgoitia, «a la que "raptó" de su casa de la Vegalloba y llevó a la casa rectoral de Tresali para ponerla en potestad de la Iglesia y salvar la resistencia del padre de la chica, que se oponía al enlace», aclara sonriente Fernández. De esa unión nacieron tres hijos y, tras enviudar, el molinero se casó con Eloísa Pandiella, con quien tuvo una prole abundante: catorce hijos. Entre ellos, María Luisa, la madre de Fernando.

Ángel Díaz, además de contratista, regentaba el molino, aunque en realidad eran tres, dos los alimentaba el río Pra y otro el Pendón. Fernández aún conserva muchos recuerdos de su niñez vinculados a la molienda. Apunta que era de maquila, es decir, los clientes no pagaban dinero por moler el grano, se les quitaba una parte en función de la cantidad.

El molino de Fraynoquiso fue el punto de reunión para muchos vecinos del concejo y de los limítrofes. Fernández indica que incluso muchos jóvenes aprovechaban la ocasión para cortejar. Cuenta como anécdota que son muchas las personas que visitan Fraynoquiso con la ilusión de recordar algunas de sus pasadas andanzas vinculadas al molino. «Es un lugar muy entrañable para quienes venían aquí a jugar y se bañaban en la presa», apunta. El período de mayor producción duró hasta los años 60 y durante la Guerra Civil se convirtió en un importante lugar de aprovisionamiento.

Fernando Fernández, el último de la saga, emigró a Argentina, pero en 1993 empezó «a mirar a Fraynoquiso». Le ayudó el hecho de que su madre «siempre había querido tener la posibilidad de volver y tener un pedazo aquí». Finalmente, después de algún tiempo para hacerse con la propiedad, acondicionó dos apartamentos y una casa rural. Además, donde antes estaba la pocilga se encuentra hoy un acogedor chigre con una terraza de grandes vistas.

Fernández también acondicionó el antiguo molino, «tratando de respetarlo al máximo», y además de las piedras de molienda se conservan varios artilugios de antaño. Lamenta que en 1992 la Confederación Hidrográfica del Norte tirara la presa que alimentaba la instalación al tratarse de una zona de «inundaciones cíclicas». Considera que «el Ayuntamiento tenía que haber peleado para que no la quitaran, aunque estuviera rota» porque «ahora sólo sería posible echarlo a andar de forma demostrativa embalsando agua de una riega». Pero Fraynoquiso y su molino forman parte de la historia reciente de Nava y sus alrededores.

 
Fuente de la noticia: Diario La Nueva España

 

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